jueves, 31 de diciembre de 2015

TAG

No quiero volver a cerrar mis ojos, no quiero volver a confiar. El miedo a un fantasma que tenía a los cuatro años ahora se volvió un enorme monstruo de ansiedad. Cada día siento en mi interior como mis tormentas desgarran cada pedazo de mis órganos. Llamo a mi fiel compañera de mil miedos; mi dulce ansiedad.
Estoy doliendo por cada vez que escurrieron mis lágrimas. Si te estoy lastimando, si pronuncio filosas palabras para herirte, si te estoy jodiendo, ¡entiende que es mi amiga!

Hay veces que me gana, existen veces que no sé cómo enfrentarla. Simplemente las ganas se agotan, mis debilidades me tuercen y me abrazan. Suena demasiado sencillo salir a despejar mi mente, conocer gente nueva, visitar viejos amigos... Pero quiero decirte que lo intento, lo he intentado muchas veces, joder, y nada resulta.

Si intento no respirar es para evitar que el estrés me sofoque. Es delirante sentir tantas preocupaciones apretando mi cerebro. Gritar, llorar y observar, es el ciclo del peor disfraz al que caigo. Y caer, caer, caer, es lo mejor que sale de la acidez de mi ser. Ya no quiero saber nada de mi dulce amiga, ni de los papeles que  toma al transformarse en una depresión efímera o en un coraje tumultuoso.





Te dejo inconclusa una parte de lo que siento al lado de mi amiga, te dejo saber que hay días en los que ya no puedo, y hoy es un día de esos.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Final.

Odié con todas mis fuerzas que me hayas dejado, pero no pude evitarlo. Segregaste lo que días antes construímos. De pronto sólo fueron tus decisiones, sólo lo que tú querías y cuando deseabas me buscabas.
Cambiaste o te conocí. Ese es el dilema. La persona de meses atras veía por mí, me protegía y aseguraba siempre estar a mi lado. Con el tiempo el egosísta devoró al valiente. Fuiste tu propia prioridad y fingiste el cariño. Construiste una muralla grande en la que solamente tú podías pasar y verte en un futuro junto a alguien más.

Las palabras no se decían como las dijiste. No tenías que destruirme para hacerme entender que me querías lejos.

A pesar de todo, hoy debo decir que te agradezco, me fui dando cuenta que lo que menos quería era estar al lado de la persona que más me hacía llorar. Gracias por devolverme mi tiempo en el que sólo pensaba en hacerte feliz. Y todo inútilmente. Ahora intentaré volverme a querer, buscar mi estado neutro, porque tú me hiciste pequeña mientras el que crecía eras tú.

No te odio. Claro que no te odio.