No quiero volver a cerrar mis ojos, no quiero volver a
confiar. El miedo a un fantasma que tenía a los cuatro años ahora se volvió un
enorme monstruo de ansiedad. Cada día siento en mi interior como mis tormentas
desgarran cada pedazo de mis órganos. Llamo a mi fiel compañera de mil miedos;
mi dulce ansiedad.
Estoy doliendo por cada vez que escurrieron mis lágrimas. Si te estoy lastimando, si pronuncio filosas palabras para herirte, si te estoy jodiendo, ¡entiende que es mi amiga!
Estoy doliendo por cada vez que escurrieron mis lágrimas. Si te estoy lastimando, si pronuncio filosas palabras para herirte, si te estoy jodiendo, ¡entiende que es mi amiga!
Hay veces que me gana, existen veces que no sé cómo
enfrentarla. Simplemente las ganas se agotan, mis debilidades me tuercen y me
abrazan. Suena demasiado sencillo salir a despejar mi mente, conocer gente
nueva, visitar viejos amigos... Pero quiero decirte que lo intento, lo he
intentado muchas veces, joder, y nada resulta.
Si intento no respirar es para evitar que el estrés me
sofoque. Es delirante sentir tantas preocupaciones apretando mi cerebro. Gritar,
llorar y observar, es el ciclo del peor disfraz al que caigo. Y caer, caer,
caer, es lo mejor que sale de la acidez de mi ser. Ya no quiero saber nada de
mi dulce amiga, ni de los papeles que
toma al transformarse en una depresión efímera o en un coraje tumultuoso.
Te dejo inconclusa una parte de lo que siento al lado de mi
amiga, te dejo saber que hay días en los que ya no puedo, y hoy es un día de esos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario