jueves, 12 de junio de 2014

Te extraño un poco.

Hola. Te sigo extrañando. Si te besaba despacito era porque no quería despegarme de tus labios. Me hablabas al oído ¿recuerdas?, tus palabras eran dulces suspiros cálidos ¿hacia dónde fueron? Juntos tomábamos grandes papeles, éramos niños, éramos maduros, éramos divertidos, éramos depresivos, éramos felices, éramos uno solo, lo éramos todo.
Oye, extraño tus manos ¿por qué soltaste mi mano si todavía necesitaba tu apoyo? Extraño tus brazos que me daban amor ¿por qué dejaste de abrazarme si aún sentía frío?
No te dejaba porque eras mi favorito. Creí tener la obligación de intentar, continuar. No quería arrepentirme, te quería tener a mi lado para no extrañarte. Pensé en el dolor.
¿Sabes? Me duele el “te amo” roto y resbaladizo, lo llevo en mi cabeza, lo llevo en mi alma y me apuñala, lleva pequeñas promesas en las esquinas y me cortan los sentimientos, me lastiman, me asustan.
Las horas avanzaban corriendo con horror, con gran fluidez; el tiempo fue egoísta, no me dejó confiar en ti. Sinceramente, nunca fui tuya.
No te odio. Después de todo viví las mejores páginas de un amor con neurosis, una tragedia romántica y apestosa. Salimos vivos de oscuros abismos con la espalda rota y la soledad devorándonos, todo en conjunto le solíamos llamar “amor”.
Un último adiós es lo que tengo que asimilar.
Dejaré de cargar con las cenizas de un bello tesoro que dolía y sabía a decepción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario