domingo, 3 de enero de 2016

Diario de un deprimido

¿Y si envejezco absurdamente? ¿Y si los miedos nos abrazan hasta en los rincones?
Repítele a mi alma que no utilice jeringas llenas de agobio. Suplícame soltar las armas.
Ya no es importante tener una compañía adecuada, quiero mi compañía. Quiero sonreírme, llenarme de mi propia existencia, extasiarme por fin de una gran alegría que me haga llorar. Quiero ser yo mi propia importancia, acabar con las estruendosas palabras dichas por mí y por los que no valieron la pena. Ansío cavar la fosa abismal y tener el valor de soltar el pasado aterrante. Me gustaría desatar palabras obstruidas en mi garganta, que me sea fácil gritar, soltar mis emociones sin que mi voz se congele. Deseo que me escuchen. Deseo amarme.
Lívida soledad, obedientemente odio hacerte caso. Suelto mis tristezas y me obligas a culparme. Mi oscuridad está creciendo, saboreo la agonía de unas llagas palpadas de lágrimas, ¡es tan horroroso no sentir alivio!
No comprendo la obsesión de marcar mis cicatrices. ¿Qué habrá después? ¿Qué pasará? ¿Qué ocurre si dibujo una línea vertical en mi muñeca? Es caprichoso, pero cada día espero una oportunidad para intentarlo. Intentar pensar que no será tan duro y al cabo de unos segundos todo se borrará.  
Descuida, hoy no me aniquilaré. Hoy sólo lluevo tinta.

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